Cada tercer domingo de Agosto se celebra en nuestro país el día de los niños y las niñas. Este año la fecha nos encuentra atravesando un momento sumamente difícil como sociedad. Enfrentamos una pandemia sin precedentes, que nos obliga a vivir en un contexto incierto y cambiante. Si bien se han implementado una diversidad de políticas para contener los efectos de la crisis, sabemos que el aislamiento y la crisis económica y social tienen y tendrán múltiples consecuencias en las infancias.
Frente a un panorama tan complejo como el actual, ¿cómo festejar el día del niño y de la niña? ¿Qué podemos hacer?
Desde Aldeas Infantiles SOS Argentina sabemos el esfuerzo que los millones de niños, niñas y adolescentes de nuestro país han hecho para adaptarse a la situación actual. Sabemos el esfuerzo que resulta realizar tareas escolares desde casa, haber perdido la escuela como entorno de socialización, haber perdido los momentos compartidos con amigos, los encuentros deportivos, los espacios de recreación. Por eso creemos que este día debemos reconocer el esfuerzo tan grande que están realizando todos los niños y las niñas de nuestro país y estamos convencidos que la mejor forma de hacerlo es regalando tiempo. Tiempo para compartir, tiempo para jugar.
¿Por qué revalorizar el juego? Desde los primeros meses de vida, el juego cumple una función central en el conocimiento del mundo y en la formación del sí mismo. A través de él niños y niñas pueden procesar la gran diversidad de información que reciben de su entorno, interactuar con otros y aprehender el mundo en el que viven. Jugando se adquieren herramientas claves para toda la vida, tanto cognitivas como emocionales y sociales, se aprende a estar con otros, a ser con otros. Con adultos, solos, con pares, en casa o al aire libre, el juego es un proceso de creación y recreación constante, un espacio placentero y necesario en el devenir del crecimiento.
Además, el juego es el medio privilegiado para que niños y niñas expresen y procesen sus emociones. En él, niños y niñas pueden proyectar su mundo emocional y procesar las situaciones difíciles que les tocan vivir. Pueden evocar todo aquello que resulta incomprensible, controlar lo que no se puede cambiar de la realidad y expresar sus emociones en un espacio seguro.
Por todo esto, la Convención Internacional de los Derechos del Niño postula al juego como un derecho al que deben tener acceso los niños y las niñas de todo el mundo. Por eso también, cuando no hay juego nuestras alarmas deben encenderse. Un niño que no juega es un niño que sufre, es un niño que tiene vulnerado un derecho esencial. Jugar es una actividad esencial, porque sin juego no es posible un desarrollo integral.
Quienes trabajamos con las infancias sabemos que no hay recetas unívocas, pero que apostar al juego sí es una fórmula que nunca falla. Es un recurso accesible y potente, que hoy especialmente tiene un valor primordial en el tránsito hacia la nueva normalidad. En un mundo donde prima la inseguridad, jugar es moverse en un espacio seguro, placentero, que invita a la creatividad y a la alegría compartida.
Este día de la niñez reconozcamos a niños y niñas los enormes esfuerzos que vienen realizando. Regalemos tiempo de juego. Regalemos nuestra atención y compromiso pleno con su bienestar.
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