Épico. Los jugadores fueron unas bestias. Es el River más maravilloso.
Algún día mis hijos les van a contar a los suyos sus recuerdos de esta pandemia espantosa que nos destroza todos los días. Será una evocación triste, amarga. Pero de algo no tengo dudas: lo primero que van a describir de esos tiempos aciagos será aquel partido en el que River jugó con 11 jugadores y ninguno en el banco porque el resto -incluidos los cuatro arqueros del plantel- estaba contagiado de Covid.
Y, medio lagrimeando, agregarán que el alma de ese equipo, Enzo Pérez, que jugaba de cinco, atajó desgarrado en el arco porque los dirigentes de la Conmebol, torpes y miedosos, no quisieron que atajara otro arquerito de 20 años. También les dirán que había un pelado medio loco llamado Javier Pinola que pidió jugar ese mismo partido con un brazo fracturado y que no lo dejaron pese a su enojo. Les hablarán de Julián Alvarez, de cómo el veterano Maidana pareció un pibito de veinte como Lecanda, que estaba a su lado.
El relato seguirá. Esa noche en el Monumental todos los jugadores fueron unas bestias dejando pellejos en el césped. Y que al costado había un petiso apodado Muñeco al que muchos tildan de soberbio porque no pueden ser como él, el creador del monstruo que en la historia del futbol mundial va a quedar para siempre identificado como “El River de Gallardo”. El mismo que le ganó el partido de la vida, las nuestras y las de los hinchas de Boca, el 9 de diciembre de 2018 en Madrid, el de los 8 goles a Wilsterman, el de los títulos, el de las patadas, el que recibió gas pimienta, el que jugaba como nadie y le sobraban pelotas.
Un equipo de película.
Ole por Facundo Amado