Comienza como un susurro. Voz e violão. Así fue la génesis de la bossa nova en los atiborrados departamentos de San Pablo y Río de Janeiro. Así también, Toquinho apareció mientras tocaba su guitarra hasta el centro del escenario del Auditorium Antonio Ruiz de Montoya.
Con el desparpajo y el aura de la atmósfera creativa de los años setenta, medio sigo después. En poco más de media hora parte de la cultura musical que revolucionó las estéticas rítmicas, melódicas y armónicas se materializó en un ritual único e irrepetible. Toquinho supo condensar el acervo de la canción y la música qué perfiló a Brasil a nivel internacional. Joyas que brillan en eterno presente con su frescura y sensibilidad.
Primero como solista desplegando su cadencia y su charme, dibujando fraseos íntimos con la voz que murmura melodías delicadas y ese toque que hace que cuando las cuerdas de la guitarra comienzan a vibrar, parecen – en su sonoridad – tener la firma de Toquinho. Después la voz de Camilla Faustino, que antes de pisar el escenario, se la escucha cantando Se todos fossem iguais a você, aquella canción que formó parte de los registros históricos de La Fusa en Argentina. En la tradición de las grandes cantoras brasileras, la intérprete de Goiana, se inscribe con marcada personalidad y exquisita musicalidad.
La lista de temas – que caían como misiles cargados de emoción – se centró en el núcleo duro de la bossa nova. Vinicius de Moraes, Tom Jobim, Baden Powel y – por supuesto – João Gilberto (después el silencio, como bien apuntó Caetano Veloso). Por fuera de la bossa nova, el homenaje a Humberto Teixeira y Luiz Gonzaga con una versión instrumental de Asa Branca. “Brasil tiene tantas músicas y paisajes que a veces me siento un turista, dijo Toquinho, antes de presentar esta canción de mediados de los años cuarenta sobre la vida en el sertão. La mención a Chico Buarque, parceiro y amigo de años con el que supieron componer el Samba para Vinicius: “Que a vida não gosta de esperar / A vida é pra valer, / A vida é pra levar, /Vinícius, velho, saravá.” También hubo un tiempo para linkear con la música argentina y latinoamericana. Carlos Garde (El día que me quieras)l y Violeta Parra (Gracias a la vida en una comprometida y desgarrada versión en la voz de Camilla Faustino).
Una noche mágica en donde se hicieron presentes, por una hora y media, aquellas melodías, cadencias y poéticas en las cuales la belleza desafiaba un mundo que había que transformar y eso parecía estar al alcance de la mano.
Crédito: Crónica y fotos: Café Azar
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