«Ustedes no tienen idea de lo que significa para nosotros este encuentro. Es una oportunidad para que los hermanos del norte, del sur, del este y del oeste nos podamos dar un gran abrazo. Así que estamos profundamente agradecidos», sintetizó la cantante qom formoseña, Ema Cuañeri al momento de subir al escenario en el marco del 1º Festival de Arte Sonoro Indígena, que se realizó del 8 al 10 de octubre en Puerto Iguazú.
Expresiones artísticas cargadas de contenido, cine, moda y artesanías fueron los platos fuertes del I Festival de Arte Sonoro Indígena, que se realizó del 8 al 10 de octubre en Puerto Iguazú. El Festival, que hizo sonar las voces de los pueblos originarios de todo el país, fue organizado por el Instituto Nacional de la Música (INAMU) junto al Ministerio de Cultura de la Provincia de Misiones, con el apoyo de la Municipalidad de Puerto Iguazú y el Ministerio de Cultura de la Nación, se realizó en el Centro de Convenciones y Eventos, en coincidencia con la X edición de la Feria de Artesanías Misioneras, todo con entrada libre.
En una ciudad atestada por turistas de todo el país en un fin de semana largo, la cita se ganó su lugar y tuvo la sala colmada en cada una de las jornadas artísticas, que se iniciaban a las 17 en el Espacio INCAA -en instalaciones del Iturem- a las 17 con cortos y largometrajes de temática indígena, y prosiguieron cada día con la parte musical y de moda étnica. Cada día, Charo Bogarin (vicepresidenta del INAMU) fue la presentadora de los diferentes números, demostrando su conocimiento del tema y afinidad con los artistas. También acompañaron todo el desarrollo Buco Cantlon, presidente del INAMU; Joselo Schuap, ministro de Cultura de la Provincia y Silvana Giménez, presidenta de la Fundación Artesanías Misioneras.
De tal modo, la ciudad argentina de la Triple Frontera se vistió de fiesta, dejó en claro que «el arte sonoro indígena es mucho más que música» y afianzó su lugar en las páginas de Espectáculos (ya no sólo las de Turismo o de Policiales),
En lengua guaraní
Como buenos anfitriones, en cada jornada los encargados de abrir el escenario fueron los coros de niños guaraníes. El sábado fue el coro de niños y jóvenes mbya guaraní de la comunidad Pindó Poty, el domingo siguió el coro de Tekoā Ysyry y el lunes el coro Ñamandu Mirī de la comunidad de Tekoā Yryapú. Asimismo, el segundo día de festival. los Ha´e Kuera Ñande Kuera («Nosotros y ellos») subieron a escena con el coro Kanguaa Poty, de Fortín Mbororé. «Hoy estamos toda la familia acá», expresó con felicidad Juan Luis Chamorro, quien con Fabián Velázquez son la parte guaraní del grupo, que también integran Nahuel Castillo y Sergio Roberti (guitarras), Lito Dartois (batería y percusión), Walter Duarte (bajo) y Berenice Teixeira Villalba (quena, charango, coros).
Antes de iniciar el set de rap, los jóvenes compartieron un video en el cual quedaba claro que el abuelo de la comunidad les daba la bendición para hacer su música, recordándonos que el respeto a los mayores es uno de los puntos en común entre las culturas originarias. «No importa qué es lo que hagan, siempre que cuiden la forma y lo hagan de corazón. No me opongo de ninguna manera a lo que hacen», dice en el video el abuelo, al que se ve luego escuchando los temas y acompañando el ritmo.
«No es fácil ser artista, es mucho lio: hay que ensayar, trasladar las cosas, ir y venir. Pero hace ocho años que estamos en esto, pisando diferentes escenarios y es para nosotros un orgullo inmenso. Siempre con la frente en alto, el corazón abierto y haciendo que la voz de los pueblos originarios sea escuchada en todas partes, y si es posible, en el mundo entero», dijo Luis antes de cantar, ganándose la ovación de los presentes. El grupo entonó los temas que están en sus videoclips (Joven Consciente, Nación Guaraní e Mbyá Guerrero), cerrando con ritmos de cumbia que lograron poner a todos de pie a compartir el baile. En cada tema, se destacó el mensaje que valora el medio ambiente y reclama derechos para el pueblo guaraní.
Música, ritual y diversión
Cada una de las jornadas tuvo en escena un muestrario variado de ritmos, lenguas y energías, aunque algunos temas fueron transversales a todas las culturas: el respeto a los mayores y a los ancestros, la celebración de la naturaleza en sus diversas expresiones, el reclamo por los derechos menoscabados y el sentido ritual de concebir el arte. «Es tan importante saber de dónde venimos, quién nos hizo y para qué», expresó la cantante qom de Formosa, Ema Cuañeri. «No se puede defender una patria si no se la conoce, si no se aprecian todas sus culturas. Y este espacio es el ideal», aseveró la cantante de origen tehuelche y mapuche Carina Carriqueo al despedirse.
Lo festivo fue el factor común al cierre de cada jornada: el primer día fue con la OIANT –Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías de la UNTREF, fundada en 2004-, quienes brindaron un espectáculo que a la vez una clase magistral, explicando su razón de ser: investigar y recopilar instrumentos musicales de diferentes culturas ancestrales, aprender a confeccionarlos y luego componer e interpretar obras para utilizarlos, sin olvidar el contexto ceremonial de muchos elementos. «La revolución industrial nos llevó a la especialización de los conocimientos. Y en el arte eso hizo que quien investiga no hace música, quien hace música no fabrica instrumentos y quien enseña no compone», ejemplificó Alejandro Iglesias Rossi, director de la OIANT. «Nosotros tratamos de proponer algo diferente a lo hegemónico».
Esta división de áreas de competencia no se ve en las comunidades originarias, donde la figura del artista no tiene un lugar especial, simplemente porque el canto, la artesanía, la danza y la música forman parte de la vida cotidiana. Por supuesto que eso va cambiando y también se va perdiendo. Sin embrago, en este festival se pudo ver en escena tanto a referentes comunitarios que cantan «porque así lo han hecho desde que estaban en la panza de su madre», como a quienes ya están hace un tiempo pisando escenarios, ganando su espacio a fuerza de resistir e insistir.
El segundo día el cierre fue a puro carnavalito con los Pacha Runa, formado en 1992 en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy). En sus presentaciones el quinteto reivindica el esfuerzo de los pueblos del Abya Yala (continente americano) por el respeto a la Pachamama (Madre Naturaleza). En 2012 obtuvieron el reconocimiento al Mejor Grupo Musical «Premios Cafrune 2012» otorgado por la Asociación Cultural Jujuy.
El tercero y último día el cierre festivo vino de la mano del Coro Qom Chelaalapi, de Resistencia (Chaco), quienes se presentaron junto al DJ formoseño Nicolás Saavedra, en el marco de las experiencias de fusión que está haciendo esta agrupación. El coro acaba de cumplir 60 años de edad y ha sido declarado patrimonio cultural y símbolo de la cultura chaqueña, por el Poder Ejecutivo del Chaco y «Patrimonio Cultural Viviente de la Provincia del Chaco», propuesto por UNESCO, en el año 2006. Otros artistas que estuvieron en escena fueron el Coro Wichi Sacham; Mariana Carrizo; Romualdo Diarte; Micaela Chauque + Tremor; Anahí Mariluan; Takyer; Omta Pachay Miguel Roque Gil Huarpe y María Ester Sosa -Ya Chesye; Seuer Montec y Misión Camila. En consecuencia, el festival cumplió con lo establecido por la Ley de Cupo Femenino (27.539) que establece un mínimo de 30 por ciento de presencia femenina o disidencias en los escenarios, porcentaje que fue largamente superado.
Un mural para el recuerdo
Un día antes de que se inicie el Festival de Arte Sonoro Indígena, Valeria Garibotti y Carlos Nascimento, del grupo Tinte Urbano, de Candelaria, comenzaron a trabajar en el mural en el inmenso paredón que facilitó el hotel Amerian, donde se encuentra el Centro de Eventos y Convenciones. A pesar de contar con un buen equipo de trabajo (integrado por Lorena Oszurciewikz, Guli Uset, Susana Rodríguez y Luz Gómez) la lluvia que arreció en la segunda y tercera jornada de festival impidió la finalización de la tarea. De todos modos «pudimos completar un 90 por ciento del plan y lo vamos a terminar en cuanto mejore el tiempo», aseguró Garibotti. «Queríamos que quede un recuerdo plasmado de todo este encuentro, y así surgió la idea del mural», contó Joselo Schuap. El mural representa al arte sonoro indígena -o al arte en general-, como también a los pueblos originarios del país. También sugiere la flora y fauna misioneras, los tambores de las culturas del sur y las montañas de las culturas del norte, enmarcados en una bandera wiphala que, con sus 49 cuadrados, todos iguales, representa a todos los pueblos originarios de Latinoamérica.
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