La estudiante oriunda de Panambí Gisela Báez murió tres semanas después de haber sido atropellada de atrás por Mateo Román E. (17) quien tenía un alto estado de ebriedad. Fue mientras regresaba a la casa, en moto, junto a su novio, tras finalizar su fiesta de graduación. «Tengo miedo que este sea un nuevo caso impune», reconoció.
Desde hace poco más de un mes la vida de Liliana González tuvo un giro inesperado, tanto que pasó de la felicidad plena a la tristeza absoluta y a un sentimiento de angustia constante que no le afecta solo a ella, sino que se traslada también a sus hijos: Miqueas (4) y Leonel (14).
Es la mamá (y hermanos) de Gisela Báez, la estudiante de 19 años oriunda de Panambí que murió el 27 de diciembre del año pasado como consecuencia de las graves lesiones que sufrió al ser atropellada a la salida de su fiesta de graduación (el 3 de diciembre) por el adolescente Mateo Román E. (17), que manejaba alcoholizado y excedido de velocidad un vehículo de su padre por la ruta provincial Costera Dos.
«Su ausencia nos duele demasiado», resumió Liliana con la voz quebrada. «Era una hija muy presente, atenta, cariñosa, un ejemplo para sus hermanos. Estaba involucrada en cada decisión que tomábamos en la casa, mi mano derecha en todo sentido. Más allá de hija era también mi amiga y confidente. Estábamos tan unidas que comenzaba a extrañarla desde que me contaba de sus deseos de irse a estudiar o trabajar para cumplir sus sueños. Nunca imaginé tenerla lejos, que la hayan matado me duele mucho. Llego a creer que no puedo soportarlo».
De acuerdo a las pericias, el adolescente atropelló de atrás la moto en la que Gisela regresaba a su casa junto a su novio, Braian Patiño. Fue poco antes de las 6 de la mañana en un tramo de curvas y pendientes -a unos 6 kilómetros del cruce con la provincial 5- y como el impacto fue de atrás y a mucha velocidad, la estudiante, que iba de acompañante, se llevó la peor parte. Sufrió la amputación traumática de la pierna izquierda, múltiples traumatismos y casi se desangra esperando la ambulancia, que según testigos tardó más de una hora en asistir.
Su estado era gravísimo y en la tarde de mismo sábado fue trasladada de urgencia desde el hospital Samic de Oberá hasta el hospital Madariaga de Posadas, donde los médicos la operaron varias veces durante tres semanas, pero los daños terminaron siendo irreversibles para la joven. Murió el 27 de diciembre.
Desde la fuerza habían informado que presentaba «aliento etílico» y judicialmente no trascendió el nivel de alcohol que tenía en sangre, detectado en la pericia sanguínea. Más allá de eso, al menos un testigo dijo que previo al momento del impacto los ocupantes de ambos vehículos estaban corriendo picadas, que incluso él debió tirarse a la banquina para evitar ser atropellado. Su testimonio es clave.
«No solo los atropelló de atrás manejando alcoholizado y excedido de velocidad, sino que sus parientes que venían en otro vehículo lo sacaron del auto y escaparon del lugar dejando a los chicos tirados, en estado gravísimo y sin atención. Ni siquiera llamaron a la Policía, los abandonaron, entonces pienso que con todas esas pruebas la justicia tiene que hacer algo porque el hecho de ser menor de edad no lo exime del asesinato que cometió. Mató a mi hija ¿Eso no significa nada para la justicia?», cuestionó Liliana, dolida por el hecho de que la causa continúa su curso judicial sin detenidos.
«Pruebas tienen de sobra»
En ese sentido la progenitora observó que «pruebas tienen de sobra, no entiendo por qué este asesino al volante y sus padres siguen con su vida normal, el menor en libertad, jugando al fútbol, yendo a bailar con los amigos», e interpeló al juez que entiende la causa: «¿Nuestra familia qué? ¿La vida de mi hija qué? ¿Los sueños que le arrebataron qué? ¿La persona que lo sacó de la escena no tiene responsabilidad? ¿Eso no es encubrimiento? Si el menor no puede ir preso entonces quién se hace cargo del asesinato de mi hija ¿Quién paga las consecuencias? Tengo miedo que este sea un nuevo caso impune».
«Solamente quiero que se haga justicia. Perdí a mi hija de la peor manera, todos sus planes terminaron en la basura por culpa de un irresponsable que también apagó la vida de los que quedamos. Como mamá mi anhelo mayor era verla bien, feliz, logrando sus metas, pero me la quitaron y la extraño demasiado, siento su ausencia y pienso que en este momento no puedo hacer más que luchar para que su muerte no quede en nada. Estoy decidida a insistir hasta que el asesino o quien sea el responsable pague, porque no hay garantías de que no vuelva a matar a otra persona si ahora dejan todo así», puntualizó.
«Es indescriptible el dolor que tengo, imaginar que nunca más sentiré su abrazo, los besos que me daba en la frente, me parte el alma y aunque a veces creo que no voy a poder aguantar, por ella voy a buscar la manera de mantenerme fuerte. De una u otra manera esa familia va a tener que pagar por el crimen de Gisela. Yo nunca los voy a perdonar, pero más allá de eso espero que el juez se ponga en mi lugar y actúe en consecuencia. Como yo, la sociedad también espera respuestas», advirtió Liliana.
Fuente, El Territorio.
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