La Supercopa Argentina era un trofeo esquivo para el xeneize. Había perdido tres de las cuatro finales anteriores; ninguna lamentó más que la de 2018 ante River. La consagración escenificó el regreso de Darío Benedetto en un papel destacado, estelar, dueño de la noche. El delantero estuvo purgando las cuatro fechas de suspensión por su desborde contra Racing en el Trofeo de Campeones. Cuando estuvo para reaparecer, Hugo Ibarra respaldó el buen nivel de Miguel Merentiel en sus primeros partidos desde que llegó de Palmeiras.
El entrenador le reservó al N° 9 la cita de la Supercopa. Una manera de reconocerle su importancia dentro de la formación. Y también un desafío para que estuviera a la altura del compromiso.
Benedetto descargó con goles toda la ansiedad y frustración por no haber jugado en los últimos meses. Volvió el goleador implacable que suele ser cuando se concentra en el juego y no se se deja llevar por el mal genio o se inventa enemigos.
Puso en marcha la victoria con una certera definición frente al arco, tras un centro de Figal, que había maniobrado como un wing izquierdo. El rendimiento del zaguero central se mantiene en alza, consolidado en la titularidad.
Benedetto no marcaba desde el 9 de octubre, contra Aldosivi. Demasiado tiempo para un obsesivo del gol. Se redimió con todo. Enfocado cada vez que pisó el área, se colgó la medalla de un hat-trick. La segunda vez que marca de a tres con la camiseta de Boca; la anterior había sido frente a Quilmes, en 2016, en su primer ciclo. Anoche se esmeró por demostrar que está vigente.
Benedetto y un Boca bastante armonioso en lo colectivo, más de lo que viene mostrando en la Liga Profesional, descompusieron a Patronato.
Las previsiones tuvieron un correlato en la cancha. Fue una final entre dos equipos de muy diferente envergadura. Patronato aún no ganó (una derrota y tres empates) en la cuatro fechas de la Primera Nacional. Tras el fin de año, se fueron 19 jugadores, la base que obtuvo la Copa Argentina ante Talleres, y llegaron 17. De aquella conquista solo quedan Kruspzky, Ojeda y Cobos. Un verdadero sudoku para el entrenador Walter Otta.
Solo un Boca distraído y apagado, déficits que lo acosan más seguido de lo aconsejable, podían plantear un choque diferente al que fue. Pero Boca mostró autoridad, estuvo serio y aplicado.
Una vez que abrió el marcador, se despejaron todas las dudas, si es que en algún momento las hubo. Porque el papel de resistente que interpretó Patronato tuvo un alcance muy corto.
Con el primer gol de Benedetto, la final ya tuvo un destino irreversible. El N° 9 aumentó la cuenta en el segundo tiempo con un cabezazo, uno de sus muy buenos recursos. El triunfo se estiró a goleada al conectar un centro rasante de Fabra desde la izquierda.
El partido no tuvo más historia, solo quedaron minutos de relleno. Boca tampoco forzó mucho una victoria más abultada. En una final, empezó a regular para los próximos compromisos. Un lujo que se pudo dar.
Volvió Benedetto y al final prometió ser otro, sobre todo en conducta: “No quiero saltar más contra los árbitros porque si no me van a agarrar de punto. De a poco estoy aprendiendo. Hoy estuve tranquilo, al árbitro le hablé respetuosamente. A partir de ahora va a ser así”. Noche ideal para Boca: título con un Benedetto que se amigó con el gol y la disciplina.
Fuente La Nación.
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