El último lunes el juez Javier Sánchez Sarmiento, a cargo del Juzgado en lo Criminal y Correccional 48 de Buenos Aires, ordenó el procesamiento con prisión preventiva de Angelotti y sus presuntos cómplices, identificados como Andrés Charpenet y Raúl Ignacio Mermet. Quien fue liberado fue el exganador de Gran Hermano Marcelo Corazza, aunque seguirá ligado al expediente. Dos obereños declararon ante la Justicia cómo, en décadas diferentes, fueron corrompidos en su casa. Uno de ellos dijo que advirtió al menos a 12 menores.
Quien residía en Misiones es el más complicado, debido a que se lo acusada de ser «coautor penalmente responsable del delito de asociación ilícita, trata de personas agravado por la cantidad de víctimas, perpetrado en contra de menores de 18 años y aprovechándose de su situación de vulnerabilidad, abuso sexual continuado con acceso carnal, gravemente ultrajante, perpetrado en contra de menores de 13 años, promoción de la prostitución de menores de 18 años, pornografía infantil y corrupción de menores de trece años, todos ellos en concurso real».
Sin embargo, no sólo eso fue tenido en cuenta por la Justicia para dejarlo en prisión y trabar un embargo de 10 millones de pesos. Sánchez Sarmiento consideró la posibilidad de fuga por la cercanía con la frontera -además del intenso movimiento migratorio del acusado- y de que en libertad pueda entorpecer las investigaciones.
Respecto a esto último, en el procesamiento se dejó asentado un hecho más que claro: una de las víctimas denunció que una persona identificada como la pareja de Angelotti lo llamó y le comentó que «Rolando se enteró que iba a declarar y que tuviera cuidado con lo que iba a decir», detallando incluso la fecha agendada para esa declaración. Además lo convocó a tener una reunión.
Como se sabe la investigación comenzó con denuncias de dos víctimas de abusos por hechos ocurridos entre los años 2001 y 2002, aunque luego de su detención se sumó el testimonio de la VÍCTIMA 3. Sin embargo, mediante escuchas telefónicas se pudo determinar que la organización continuaba operando en la actualidad.
En este contexto, este medio informó en exclusiva que estaban previstas cuatro declaraciones en Cámara Gesell de cuatro presuntas víctimas en Oberá. Las audiencias se llevaron a cabo durante las últimas semanas y mediante fragmentos de estas entrevistas pudo reconstruir cómo operaba el principal acusado y los terribles hechos que ocurrían en su casa ubicada en calle Ralf Haupt 1768, de la Capital del Monte.
Nombres, detalles y referencias se omiten para no revictimizar a los damnificados, pero sus declaraciones dan cuenta que Angelotti se centraba en niños de bajos recursos, muchas veces solos, para luego ofrecerle un mundo que anhelaban pero les parecía inalcanzable: el de las computadoras, internet, los videojuegos.
Los testigos
En el lugar, ubicado frente al casino, también tenía su casa. Aseguró que en una oportunidad Rolo le ofreció tomar tereré y mirar una película de ciencia ficción, pero en vez de eso puso un filme pornográfico. Entonces el mayor le propuso que se masturben y, ante la negativa, insistió ofreciéndole 24 horas libres en las computadoras.
Fue el inicio de una constante manipulación y ofrecimientos de todo tipo a cambio de poder abusar sexualmente al menor. Los montos y las «recompensas» aumentaban cada vez -plata, ropa, comida- e incluso señaló que logró la confianza de su madre con favores de todo tipo, desde trámites, acarreos o dinero. Después le dio trabajo y le enseñó oficios.
«Cuanto mayor era la resistencia, más grandes eran los montos que se les ofrecían. Llegaban a un punto en el que les resultaba difícil o peor aún, imposible, negarse», se consigna en las consideraciones del juez.
También le dejó participar de las clases de artes marciales. «Cuando me di cuenta ya era tarde, ya estaba envuelto en un quilombo», declaró la víctima. Es que un rector le advirtió a su mamá por una denuncia anterior, aunque Angelotti siempre lo negó y él siempre se mantuvo en silencio debido a que con el dinero que recibía podía ayudar a su familia.
La víctima añadió precisiones más que alarmantes: aseguró que durante los más de diez años que frecuentó la casa de Angelotti siempre vio niños en la casa, aunque no sabía si también eran víctimas de abusos. Se animó a decir que a al menos 12 de ellos les dijo que no cayeran en los chistes e insinuaciones del pizzero.
También dijo que el bonaerense le ofreció encuentros con otros adultos.
Luego se dio cuenta de que un familiar suyo empezó a visitarlo también. Le advirtió que tenga cuidado y le dijo a Rolo que no haga nada, pero el menor – 14 años – siguió yendo. Después con la «ayuda» del imputado compró una computadora para regalársela a su familiar y evitar que vaya jugar a la vivienda de la calle Ralf Haupt. Fue inútil e incluso luego tuvo que devolverla porque no la pudo pagar.
Este familiar también declaró y expresó que, al igual que otro menor del barrio, empezó a frecuentar la casa de Angelotti debido a que este tenía plasmas, computadoras y equipos tecnológicos que no había en su casa. Al igual que su familiar, expresó que además de jugar, comía y en oportunidades se quedaba a dormir. Momentos en los que fue abusado por Angelotti.
El hombre lo invitaba al domicilio constantemente e incluso le pedía que le mande fotos de sus partes íntimas. Al principio le ofrecía dinero por diferentes actividades, pero con el correr del tiempo esos pedidos eran de índole sexual. Se repite el modus operandi: cuanto más se negaba, más dinero le ofrecía el abusador.
Aseguró que sabía que muchos niños habían estado en la misma situación que él y que incluso el propio dueño de casa se jactaba de mantener encuentros con adolescentes para invitarlo a que «se anime».
Mediante estos testimonios y otros elementos, el juez concluyó que «Es evidente que Angelotti encontró un nicho de reclutamiento en Oberá. En la mayoría de los casos encontró en los niños necesidades tan primarias que le representaron un objetivo fácil de captar y luego, de acoger. A tal punto, que uno de ellos ha precisado que tuvo que sucumbir a los deseos sexuales de aquel a cambio de comida».
También identificó patrones en la actividad de la organización investigada: la vulnerabilidad, la edad, el poder, la depredación y la paciencia.
«Del análisis de lo actuado se observa una conducta que nunca ha cesado y que el paso del tiempo no ha hecho otra cosa que sistematizar y perfeccionar su accionar delictivo. Aquello se traduce en un selectivo proceso de captación, ablandamiento y explotación por parte de los actores y como contracara, la dependencia económica o distorsivamente afectiva de las víctimas hacia ellos; una fórmula que sin dudas facilita la perdurabilidad», se expresa.
Y añade en otro tramo: «En consonancia con la vulnerabilidad y la inmadurez sexual propia de la edad de las víctimas, se destaca esta característica en el esquema utilizado y que se observa siempre presente en el accionar de Angelotti. Ha sido un arma efectiva para lograr sus objetivos. No necesitó acudir a ningún medio de violencia material o física (sino psíquica), y eso llevó a que los damnificados nunca se sintieran compelidos a hacer nada que no quisieran».
Fuente, El Territorio.