El futuro del capitán argentino después del último episodio con el PSG. Por qué está más cerca de vestir la camiseta del Barcelona para un partido homenaje que para competir. El peso de la palabra familiar
Cada partido que terminó con silbidos de los hinchas del PSG para él, respiró profundo y aceleró el paso hacia el vestuario. Nunca un gesto desafiante. Jamás un desplante de los que podíamos imaginar en Diego si lo llegaban a silbar. Sumó argumentos para tomar su decisión. Y mientras tanto, aprovechó las vías de escape que le dio el calendario. Disfrutó cada minuto de la gira de homenajes en la Argentina a fines de marzo. Cuando vio el hueco, tomó un avión y se fue a su casa en España para salir a cenar en pareja con ex compañeros. O para andar en bicicleta por su barrio.
Messi tenía previsto un viaje a Arabia Saudita por motivos comerciales. Ya lo había notificado en el club. Alguien con 458 millones de seguidores en Instagram no puede poner una excusa mentirosa para faltar a un entrenamiento. Y Leo no es de los rebeldes que se toman un avión porque no acepta un no. En todo caso, parecen los jeques del PSG los que reaccionan porque no les dice que sí… Como el equipo perdió el fin de semana, se cambió el día de la práctica cuando Leo ya no podía suspender de nuevo el evento. Es evidente que se buscó pelea para que todos lo vieran. O para sacarse las ganas de pelear, otra reacción habitual de un divorcio por las malas. Hoy es una jugada populista en un contexto con hinchas que insultan en la cancha y donde los enfoque una cámara. Mientras que la mayoría de los equipos del mundo quieren que su 10 sea Leo, ellos lo expulsan. Y son tan “organizados” para mostrar “su descontento genuino” que el mismo día que explota todo van a cantar en contra de Neymar en su casa y no sorprendería que vayan a la puerta de Messi. En fin, podrán cuestionar que con Leo no ganaron su primera Champions y las dos veces quedaron eliminados violentamente. Podrán sufrir porque les sacó la última Copa del Mundo de la mano y no festejaron con su mimado Mbappé, lógico por ser el ídolo local. Hasta podrán decir, como ocurrió en otros tiempos entre club y Selección, que allá después de Qatar no rindió al nivel supremo que jugó acá. Como expuso Marcelo Gallardo alguna vez, no nos hagamos los patriotas en la Argentina. Ahora, de ahí a cuestionarlo por su profesionalismo no se lo cree ni el más contra de los lectores de L’Equipe.
Hoy quedaron lejos las fotos de la primera presentación de Messi como refuerzo de un equipo, su aparición en el aeropuerto con la remera que decía Ici C’est Paris, la sonrisa de felicidad que secó las lágrimas de la conferencia que dio al irse del Barsa. Messi perdió la alegría allá y su foto con la Torre Eiffel será con cierta nostalgia. Su objetivo ahora es darles otra vez el torneo local, ser campeón de la Ligue 1 como en 2022, y partir sin peleas. En ese modo y tono Messi, publicó en una story en su red social en la que pide perdón dos veces. Allí, no hubo ni una ironía en contra de los dirigentes ni rebelión contra la posible sanción. No hubo, tampoco, un guiño demagógico a la gente que lo resiste. Nada pareció casual. “Antes que nada, pedir perdón obviamente a mis compañeros, al club. Sinceramente pensé que íbamos a tener libre, como venía pasando en las semanas anteriores. Pedir perdón por lo que hice y acá estoy, a la espera de lo que el club decida. Nada más. Un abrazo”, dijo Messi, después de tomar aire un segundo y vestido de traje oscuro, más como si fuera un chico que se disculpa en el colegio que la gran figura del fútbol mundial en conflicto. Leo prefiere tener paz antes que razón. Intimamente, no le cae bien que le quieran dibujar bigotes a su póster, pero no tiene problema en alimentar el ego de millonarios caprichosos con un perdón en un video de poco más de 30 segundos. Parece estar más allá. Eso, tan difícil de aceptar para tipos poco terrenales, es mirar desde arriba sin ser soberbio.
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