Un remate exquisito del capitán argentino fue el único tanto con el que el equipo de Scaloni obtuvo los tres puntos en el inicio del torneo. Cuti Romero, otra de las figuras. Di María entró en el segundo tiempo. Lo que dejó el partido y los festejos en el Monumental. Cómo sigue el camino al Mundial 2026.
uso la pelota debajo del brazo y caminó con la calma de aquel que sabe que lo que está por hacer va a sacudir nuevamente a la historia. Sabio, paciente, exquisito. Se corta el aire por un puñado de segundos, ejecuta su obra y explota toda lógica que cualquiera puede presentar como oposición. Aniquila las especulaciones, se apodera de todo y derrite corazones. Lionel Messi es excelencia en estado puro, es inagotable y con un simple chasquido de dedos demostró que no importa dónde compita, para él simplemente se trata de jugar al fútbol. Y que no importa cuánto pueda ofrecer, una, dos o tres acciones de peligro, no se trata de la cantidad, sino que una genialidad suya siempre será suficiente.
Estudia cada movimiento. Aunque parece que se aleja del juego, sólo es necesario dejar de mirar la pelota para observar cómo Messi está patrullando con su vista dónde están los defensores, qué espacio le permitirá alcanzar una ventaja y cómo se expresan sus compañeros ofensivamente para que él le pueda ofrecer opciones para lastimar al rival. Por eso con apenas dos minutos de partido se lo vio haciendo gestos para Nahuel Molina, para que pase al ataque y le libere la banda a De Paul. Así como también se pudo ver en varias oportunidades que les pedía a sus compañeros que activen la circulación: “Jueguen, jueguen”, les gritó a Enzo Fernández y a Alexis Mac Allister. Estaba pendiente de todo, estudia y estudia mientras juega.
Si el interrogante estaba planteado en si el ritmo de un fútbol menos competitivo como la MLS, de los Estados Unidos, podía afectar a su nivel, se encargó rápidamente de despejar cualquier duda que pudiera sobrevolar. Porque en apenas un puñado de minutos demostró que con ese talento que lo desborda, necesita sólo tocar la pelota y sentirla en sus pies para imponer sus condiciones. Para dejar en claro que también las eliminatorias son un terreno en el que está dispuesto a seguir reinando. Porque así como puede dejar muy fuera de acción a un defensor de Charlotte FC o a un volante de Nashville, también demostró que tiene paño para dejar clavado a William Pacho Tenorio, el defensor de 21 años que juega en el Eintracht Frankfurt, de la Bundesliga. O que puede encarar a Moisés Caicedo, una de las joyas de Chelsea, y sacarlo de su eje, o llenar de furia a Pervis Estupiñan, que en la Premier con Brigthon suele sufrir menos con sus rivales.
Su influencia dentro de la cancha va más allá del contacto que tenga con la pelota. Si bien por momentos sus compañeros se obsesionan por buscarlo, aun cuando no está cómodo, él se encarga de ofrecerles siempre una opción y cada uno de sus movimientos inquietan a los rivales. Juega Messi también sin la pelota y quizá en este tipo de partidos, duros, de detalles, su incidencia es más importante cuando no lo toman las cámaras que cuando los focos se posan sobre él. Por eso los defensores ecuatorianos salían desesperados a intentar cortar sus avances, para que no logre desarticular la propuesta que trajeron al estadio Monumental.
Comenzó a agitar las aguas cuando cerca de la mitad del segundo tiempo se sacó de encima a Caicedo y dejó sentado a Arboleda para sacar un zurdazo a ras de piso que pudo controlar Hernán Galindez. Levantó nuevamente a la gente que lo venera como a una divinidad y que sólo quiere que ponga la pelota debajo de su suela. Y Messi lo sabe, lo disfruta y parece moverse en función de complacerlos.
Por eso cuando Cuti Romero empujó, Lautaro Martínez tomó la pelota y el árbitro Wilmar Roldán sancionó el tiro libre en la puerta del área de Ecuador, el Monumental se preparó para lo que él tenía para darles. Sólo fue necesario ver cómo todos sacaban sus celulares para inmortalizar el momento, como si los hinchas sintiesen que en esa acción estaba todo lo que ellos querían ver. Y cómo no pensarlo de esa manera, si el capitán de la selección argentina acomodó la pelota, tomó un par de pasos de carrera y sacudió un zurdazo que dejó casi sentado a Galindez, que no llegó ni a tirarse.
Los brazos estirados, el pecho inflado, la misión cumplida. Messi, siempre Messi. Su cuenta llega a 104 goles en 175 partidos con la selección. No hay forma de pensarlo y no enloquecer. Porque hasta sabe qué decir, porque después de su toque mágico y de una victoria en el arranque de las eliminatorias con un gol suyo, sus palabras resumieron el sentimiento más puro de los que aman el fútbol: “Lo que queremos todos es que esto no se termine nunca”. Claro, Lionel, que no se termine nunca.