Casi diez años de angustia, impotencia, bronca. Y de repente fue como retroceder en el tiempo hasta el momento más triste de sus vidas.
El recuerdo estaba intacto, pero la noticia reactivó aquella amargura y el dolor por la impunidad consumada.
“Primero, cuando me enteré de que lo volvieron a denunciar, lloré mucho. Fue una como descarga de tantos sentimientos acumulados. Y después les envié la noticia varios vecinos que estos años dudaron de las nenas”, reflexionó la madre de aquella primera víctima.
En julio del 2010, una pareja denunció que su hija de 9 años fue abusada sexualmente por un vecino, suboficial del Servicio Penitenciario Provincial (SPP).
A las pocas horas, otra mujer también se presentó ante la Comisaría de la Mujer y acusó al mismo sujeto de violar a sus hijas, entonces de 10 y 11 años.
Ante la gravedad de las acusaciones, el funcionario fue detenido y puesto en disponibilidad por las autoridades del SPP.
En realidad, quedó alojado en dependencias de la Unidad Penal II de Oberá, donde prestaba servicios. Dos meses después logró la excarcelación y regresó al mismo barrio, donde a diario se cruzaba con sus víctimas.
Finalmente, en octubre del 2011 la jueza Alba Kunzmann de Gauchat dispuso el sobreseimiento definitivo de Eduardo Iván C., hoy de 38 años, por aquellos tres cargos de abuso sexual simple.
En tanto, el último sábado 30 de noviembre el mismo penitenciario volvió a ser denunciado por el presunto abuso de dos niñas de 11 y 9 años. Esta vez las víctimas fueron sus propias hijastras y la denuncia fue radicada por su concubina.
“La justicia nos defraudó”
El viernes, la pareja que en 2010 denunció al guardiacárcel charló con este matutino y revivió el calvario que atravesaron desde el momento en que su hija les contó lo que le hacía su vecino, el papá de su amiguito, pasando por el hostigamiento de la familia del acusado, la inacción judicial y el hasta el hecho de que el sujeto volvió a vivir en el mismo barrio.
Incluso, aseguraron que en 2010 habrían sido por lo menos cuatro las víctimas, una de las cuales padece una discapacidad, por lo que en su momento su madre no habría querido exponerla.
“Como la nena tiene retraso madurativo, la mamá no quiso hacer la denuncia porque decía que no le iban a creer. Además, vio todo lo que nosotros y la otra señora tuvimos que pasar con nuestras hijas y eso la desalentó todavía más”, mencionó el hombre.
Se quebró al recordar las madrugadas de insomnio, donde llegó a elucubrar la peor de las soluciones en busca de justicia, aunque no cedió a la sed de venganza que a cualquier padre embargaría en su misma situación.
“Tal vez si hubiera hecho algo, ahora yo estaría preso, pero capaz tendría la conciencia tranquila porque habría evitado que otras niñas pasen por lo mismo. Por eso, aunque ahora vaya preso, yo no tengo consuelo. A nuestras hijas no les creyeron y el depravado siguió violando criaturas”, lamentó con la voz entrecortada.
Contó que en su momento “el abogado (del penitenciario) se acercó a mi trabajo para decirme que si retiraba la denuncia él se iba del barrio. Le contesté que no, que la justicia investigue hasta las últimas consecuencia. Entonces confiábamos, pero la justicia nos defraudó. Es una vergüenza lo que hicieron. Lo dejaron libre para que siga lastimando criaturas”.
Modus operandi
Con la emoción a flor de piel, calificaron como “calcado” el modus operandi del acusado respecto a los hechos denunciados en 2010 y los recientes, ya que pudieron charlar con la denunciante, quien hasta hace poco fue su vecina.
En este punto el caso cobra ribetes siniestros, ya que durante casi diez años las víctimas tuvieron que convivir con el penitenciario en el mismo barrio, hasta que meses atrás se mudó finalmente.
Tras las primeras denuncias el sospechoso se separó de la madre de su hijo, pero fue él quien se quedó en el domicilio. En tanto, hace alrededor de tres años formalizó la relación con otra mujer, la madre de las niñas de 11 y 9 años que también se convirtieron en víctimas.
“Por razones lógicas casi no teníamos relación con la señora. Sí nos saludabamos con ella, pero nunca tuve posibilidad de contarle lo que pasó con mi hija y las otras nenas. Tampoco sé si me hubiera creído ni qué le habrá dicho él”, comentó la mujer.
Tras conocerse la nueva denuncia, la pareja se contactó con la progenitora para ponerse a disposición en lo que necesite, al punto que se ofrecieron para testificar en sede judicial.
Al respecto, mencionaron que “nos contó que las nenas le dijeron que el tipo aprovechaba cuando ella estaba trabajando. Las manoseaba y las obligaba a tocar sus partes íntimas, calcado con lo que hacía con nuestra hija y las otras nenas cuando iban a jugar con el hijo de él. Buscaba alguna excusa para quedarse solo con las nenas y ahí abusaba de ellas”.
Aseguró que el sujeto se mostraba con un buen vecino y hasta les hacía regalos a las nenas.
“Como también es panadero, siempre hacía cosas dulces e invitaba a las familias. Después nos dimos cuenta que aprovechaba sus francos para hacer lo que hacía, mientras que todos trabajábamos”, agregaron.
Trabas y amenazas
Fue así que un día, su hija les contó lo que pasaba en la casa del vecino. El mundo se les vino encima, pero sacaron fuerzas de donde no tenían y radicaron la denuncia.
Y ya desde el inicio del proceso tropezaron con varios escollos. Incluso, como su esposa estaba abatida, el padre fue a denunciar y las autoridades lo miraron de reojo, recordó.
“Me cuestionaban por qué mi nena iba a la casa del vecino, como si eso fuera anormal. Y por qué fui yo a denunciar, no mi señora. Recién cuando la otra vecina se presentó en la comisaría para denunciar al mismo tipo fue como que tomaron en serio el caso y se movieron rápido”, comentó el progenitor de la joven que hoy tiene 18 años.
Por supuestas razones de seguridad, el acusado permaneció alojado en la UP II, donde cumplió tareas de panadero y cocinero de sus colegas, siempre alejado de la población común, con los beneficios que ello implica.
Al mismo tiempo, aseguraron que la familia del imputado los amenazaba constantemente.
Tampoco hallaron respuestas por parte del juzgado interviniente, lo que acentuó su impotencia.
“No nos daban información cuando íbamos a preguntar. No hay ninguna novedad, nos decían. Lo mismo el resultado de la Cámara Gesell, que después nos iban a avisar y nunca nos quisieron informar. Nunca nos dijeron nada. Así pasaron los meses hasta que nos enteramos de que había sido sobreseído. Fue todo muy raro, muy feo e injusto”, comentó la señora.
Pero lo peor fue que volvió a vivir al mismo barrio, a pocos metros de la casa de las víctimas: “Nos dijeron que fue sobreseído y tenía derecho de vivir donde quería”.
Ahora, ante los nuevos sucesos, dijeron estar “cien por ciento a disposición” de las víctimas.
“Incluso nuestra hija ya tiene 18 años y nos dijo que está dispuesta a ser testigo, a declarar o lo que necesite la justicia para ayudar a las nenitas”, remarcaron.
FUENTE EL TERRITORIO